Pensamientos del Padre Etcheverry para rezar cada día
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Esperanza​
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“La esperanza es la fuerza de Dios que desde la divinidad pasa al alma humana de Jesucristo y de Jesucristo pasa a nuestra propia voluntad.Es la confianza en que Dios me dará la vida eterna y por lo tanto, si me quiere dar ese fin, que es el gozo eterno allá en el cielo, en la tierra me va a dar todos los medios necesarios para llegar a ese cielo.” Julio, 1967
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“¿Por qué tengo confianza en que Dios me va a dar los medios para llegar al cielo? Porque yo conozco por la fe que Dios es poderoso para poder dármelo si lo quiere, es infinitamente bueno para querer dármelo y me ama puesto que ha enviado a su Hijo a morir por nosotros, y además me lo ha prometido y es fiel a sus promesas. No sólo puede y quiere por bondad, sino además me lo ha prometido y no me lo hubiera prometido si eso no fuera lo mejor para su gloria y para mi propio bien. Me lo ha prometido y es fiel a sus promesas.” Julio, 1967.
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“Esta esperanza implica tres elementos fundamentales: confianza segura, fuerza operativa y alegría serena.
Yo confió en la ayuda de Dios, luego me siento fuerte, poderoso para actuar, "todo lo puedo en aquel que me conforta". Y eso me alegra porque me permite pregustar el premio futuro y porque me satisface desde ya el don de la ayuda de Dios. Piso fuerte en el trampolín, confiadamente, y entonces salto hacia el más allá y expando toda mi capacidad creadora dinámica. Y todo esto lo hago alegremente, por lo menos serenamente en el fondo del alma aunque las circunstancias exteriores o las visicitudes de la lucha puedan entristecerme, disgustarme, y aún, en algún momento, preocuparme en lo menos profundo de mi alma.” Agosto, 1967.
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“La esperanza confía en la ayuda de Dios necesaria para ir al cielo. Pero como esa ayuda y ese puente es un conjunto de medios que Dios ha puesto en la Iglesia, de tal manera que en definitiva ese puente es la Iglesia misma, la esperanza tiene inmediatamente dos dimensiones respecto de la seguridad del éxito que espera: una primera e inmediata en relación con mi propia suerte; otra en relación con la suerte de la Iglesia que es el medio supremo, la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia prolongación misma del Señor en la tierra, la Iglesia puente entre el cielo y la tierra.
La esperanza, por tanto, se refiere a la seguridad en la permanente incolumnidad de la Iglesia en el cumplimiento substancial de su misión en la tierra. Y esto por siempre porque la esperanza de todos los hombres que estén en la tierra mientras el mundo exista, siempre se va a tener que apoyar en la existencia de los medios genuinos para salvarse que están en la Iglesia, y por lo tanto en la fidelidad siempre presente de la Iglesia a lo substancial de su misión.
La esperanza es confianza en Jesucristo y en el gran medio que Jesús nos ha dado que es la Iglesia; por lo tanto, en los tres poderes de ella: en su magisterio, en su sacrificio, sacramentos, oración, en su gobierno y en sus leyes.” Agosto, 1967.
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“Ustedes recuerdan algunas de las muchas frases que encontramos en el Nuevo Testamento y que avalan nuestra esperanza: “El que creyere y fuere bautizado se salvará.” “Venid benditos de mi Padre a poseer el reino que os tengo prometido”, dirá el Señor al final de los tiempos. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” le dice Jesús al buen ladrón. “El que dejare a su padre, a su madre, a sus hermanos, por amor del reino de los cielos tendrá el ciento por uno y luego la vida eterna”. “Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.” Y si nos queda alguna duda, por si Jesús quisiera referirse al reino de los cielos sólo en este mundo: “Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios.” “Seremos semejantes a Él -nos va a recordar luego San Juan- porque lo veremos a Dios como es”. “Ahora lo vemos a Dios en espejo y en enigma, nos dice a su vez San Pablo, luego lo veremos cara a cara.” Y a los apóstoles, a sus elegidos, Jesucristo les prometió que se iban a sentar con El en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
No tenemos ciertamente ninguna duda de que Dios Nuestro Señor puede, si quiere, llevarnos al cielo; no tenemos ninguna duda de que El nos ama tanto que ha enviado a su Hijo a la tierra para morir por nosotros, y así ganamos el derecho de ir al cielo.
No tenemos tampoco ninguna duda de que Dios infinitamente perfecto posee también la virtud de ser fiel a sus promesas. Y sabemos que estos textos que acabamos de recordar y muchos otros, nos aseguran la promesa de Jesucristo.” Agosto, 1967.
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“Podemos ciertamente confiar. Podemos lanzarnos a cumplir los requisitos que el Señor nos impuso para darnos los medios de llegar al cielo y para asegurarnos el uso fructífero de ellos.
Podemos tener plena seguridad y lanzarnos a obrar con toda energía, con toda decisión.
Podemos, ahora es necesario que queramos. Y a eso tiene que movernos el amor a Jesucristo, las ganas de darle gusto a Él, aspirando a su posesión en el cielo y confiando en su ayuda en la tierra para llegar a esa posesión; es necesario que queramos para darle gusto a Jesucristo y por amor directamente de Él, por atracción directa de Él, por amor de benevolencia y por amor alto de concupiscencia; para darle gusto y gloria, y por conseguir nuestro bien máximo, que ambas cosas concuerdan en los planes maravillosos de Dios.” Agosto, 1967.
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“La esperanza se apoya en la fe, y esa fe nos dice no sólo de nuestra relación con Jesucristo, nuestro hermano mayor, jefe, cabeza, sino también con nuestros hermanos. La fe no sólo nos dice nuestra relación de hijos con el Padre, de discípulos respecto del Espíritu Santo, sino que, en consecuencia, nos habla de nuestra fraternidad con todos los hombres, hijos actuales o potenciales por la gracia del mismo Padre y discípulos del mismo Maestro que es el Espíritu Santo.” Agosto, 1967.
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“La fe no sólo nos habla del amor de Dios a nuestra propia alma sino también a la de nuestros hermanos. La fe no sólo nos dice de la muerte de Jesucristo por cada uno de nosotros, por mí, sino también por todos los hombres.
La fe no solo me dice de los medios existentes en la Iglesia para mí, sino de los medios existentes en la Iglesia también para todos sus miembros actuales o potenciales.
Y la fe no sólo me habla de la gloria que yo tengo que darle a Dios, sino que me habla también de la integración de mi ejecución personal en la orquesta sinfónica que dirige Jesucristo a través de su vicario, para halagar y glorificar los oídos de Dios.” Agosto, 1967.
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"Cuando la esperanza se apoya en la fe y siente dentro de sí fuerza dinámica para operar, esa fuerza no sólo se dirige a la propia santificación o a la propia salvación previamente, sino también a la salvación y la santificación de nuestros hermanos. Así, a impulsos del amor se asegura, confía y se lanza con fuerza no sólo al propio trabajo personal sino también al relativo al bien de los hermanos. Confianza pues en Dios, en la Iglesia, y fuerza para trabajar por nosotros y nuestro prójimo, para que unos y otros vayamos al cielo y con ellos, imperfectamente en la tierra y perfectamente en el más allá, le demos toda la gloria a la cual tiene derecho.” Agosto, 1967.
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“Nuestra esperanza se apoya en la fe y se ejerce a impulsos del amor. Cuanta más fe tengamos, cuanto más vigente poseamos en nuestra mente, y en toda nuestra psicología, y en toda nuestra persona los valores sobrenaturales, cuanto más amor, por otra parte, vayamos teniendo a Jesucristo y a todos los bienes que están junto a Él, más va a existir, crecer y actuar nuestra esperanza.” Agosto, 1967.
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“Podemos tener una pauta de cómo anda nuestra esperanza ante todo si tenemos adentro un clima propio de la esperanza y de la confianza que es clima de paz, aún a veces de alegría, -debería ser siempre de alegría- y clima de seguridad. Otro criterio lo da la existencia o no, en alguna medida y modo, de un trabajo confiado. No puede trabajar para construir una casa quien no confía en que esa casa se va a quedar en pie o va a llegar a su culminación. El trabajo confiado en la propia alma, en otras almas, en la Institución, en la Iglesia.” Enero 1967,
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“El cristiano con esperanza, con el tesoro de los medios que Dios pone en sus manos debe ser administrador fiel al servicio propio y de sus hermanos, sobre todo de aquellos que de él dependen, dirigiendo todo al fin último con responsabilidad delante de Dios, de los hombres y de la historia.” Agosto, 1967
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“La responsabilidad que se apoya en mi esperanza se hace cargo de los medios que yo poseo, cualquiera sea su origen: mi naturaleza tal como Dios me la dio con todos sus dones, lo que me vino de la familia donde nací, de la educación, de la parte de Iglesia y del tiempo de Iglesia que me acogió, de la sociología, país y mundo de nuestro tiempo. Todo lo positivo, directamente positivo, o a la postre positivo aunque sea a través de caminos dolorosos, que yo he recibido y tengo entre manos está destinado a realizar las aspiraciones de la esperanza, es decir, mi marcha segura y exitosa al Cielo; mi marcha y la de aquellos que de alguna manera de mí dependen. De un modo particular los medios que han surgido a propósito de mi vocación o en relación con ella.
Yo soy responsable de esos medios, cómo los poseo, los conservo, los desarrollo, los adapto, los cambio en lo que sea susceptible, los tengo disponibles, los uso. Cómo tengo vigente las distintas metas intermedias que me han de llevar en definitiva a la meta final.” Agosto, 1967.
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“Cualquier cristiano tiene motivos de sobra, reales para poder decir cada mañana: ‘Subiré al altar de Dios que llena de alegría mi juventud’. La vida cristiana es toda por esencia una vida joven. ¿Por qué? Porque es una vida esencialmente de esperanza. ¿Por qué? Porque nuestra plenitud va a estar en el cielo. Y ningún mal, como decía San Pablo, puede compararse a la gloria futura que buscamos y obtendremos y que ya en la tierra podemos vislumbrar en sus líneas maravillosamente fundamentales. Cualquier cristiano pues, puede y debe tener antes que nada como telón de fondo permanente, como algo que salga normalmente por todos los poros, sobre todo por los ojos: alegría.” Enero, 1961
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