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Pensamientos del Padre Etcheverry 
 

 

Cristo Rey​

 

El reino de Dios es principalmente espiritual y en relación con nuestra vida eterna. Esto lo confirma Jesús con su proceder.

Ante todo, por el rechazo que hace de la concepción que podríamos llamar "temporalista", que aparece claramente cuando Él desengaña a los apóstoles y también al pueblo judío que esperan la restauración del reino de Israel, por ejemplo, cuando luego de la multiplicación de los panes quieren proclamarlo rey y Él se esconde y también, de un modo mucho más explícito, delante de Pilato cuando afirma: Mi reino no es de este mundo.

El carácter espiritual aparece, además, positivamente, en la afirmación del sentido espiritual y eterno del reino.

Porque es un reino al que hay que prepararse por medio de la penitencia y de la conversión, como nos lo muestra toda la predicación de san Juan Bautista y la primera predicación del mismo Señor; es un reino al cual no se entra sino por la fe y el bautismo, es una regeneración interior; es un reino que se opone a la potestad de las tinieblas y no al emperador romano, ni a ningún otro jerarca temporal; es un reino que postula que sus seguidores separen su ánimo de las riquezas y de las cosas terrenales; exige de ellos que tengan hambre y sed de justicia, de santidad, que se nieguen a sí mismos, que tomen su cruz y así puedan seguirlo. Y todo esto ciertamente es propio de los bienes espirituales y por lo tanto de un reino espiritual.

Además el oficio real de Jesucristo se reviste de la forma de redentor y de sacerdote y lo ejerce en la redención de los hombres y del mundo por su sangre. Por su cruz y resurrección Jesucristo rescata a los hombres y les da capacidad de obedecerlo y de seguirlo. Y esa redención la renueva permanentemente en la misa, en el sacrificio en el cual también permanentemente se ofrece y así ejerce y manifiesta y dona la realidad de su reino” (Octubre, 1968).

 

“Jesucristo es rey porque es Dios, es la Segunda Persona de la Trinidad. Si las personas y toda la realidad, tanto natural como sobrenatural, han sido creadas y son conservadas permanentemente por Dios, es lógico que esa realidad, tanto personal como social, exista y actúe orientada hacia los fines queridos por su creador y de acuerdo con las reglas, las orientaciones y los modos que el creador y conservador quiere que se cumplan” (Octubre, 1967).

 

“Jesucristo es rey porque es, simultáneamente, hijo del hombre e Hijo de Dios. Es el primogénito entre todos los hombres y el primogénito en dignidad. Entonces adquiere un derecho de supremacía sobre todos los hombres” (Octubre, 1967).

 

“Jesucristo es rey porque es el más grande, el más perfecto de los hombres a todos los respectos.

Mientras en el orden humano el rey de los poetas o de los filósofos o de los deportistas, o de la belleza es el mejor pero nada más, no tiene nada que ver en la belleza o la ciencia o la capacidad de los demás, con Jesucristo no es así.

Porque cuando Dios concibió crear todas las cosas, desde las piedras hasta los hombres y los ángeles, todo ese universo organizado perfectamente en un cuadro magnífico representativo de Dios y en una orquesta sinfónica maravillosa, ejecutante de una gran alabanza de Dios, todo eso lo pensó alrededor de un punto clave, un punto común de referencia, en un ser maravilloso que es Jesucristo.

De Jesucristo hombre van a derivar todas las otras perfecciones de la realidad, de los ángeles, los hombres y de las cosas materiales.

Jesucristo tiene en síntesis toda la perfección que cualquier otra creatura en el orden natural y sobrenatural tiene y la tiene de tal manera que no es sólo el mejor sino el punto de referencia, el punto de partida, la fuente de donde desbordan las perfecciones para todos los otros seres” (22 de Noviembre, 1970).

 

“Además Jesucristo es rey por su obra redentora. Jesucristo al redimir a los hombres les da el perdón y la participación en la vida divina, en la gracia, se constituye en Cabeza de ellos; crea el Cuerpo Místico, la comunión de los santos; nace la Iglesia. Jesucristo es también nuestro Maestro que tiene pleno derecho de enseñar, es Sumo Sacerdote que nos da la gracia, la vida divina, y es Rey que gobierna” (Octubre, 1967).

“Con su redención nos constituye en hijos de Dios y hermanos de Él y herederos del Cielo. Y a todas las cosas de abajo les da la capacidad de ser instrumentos de la gracia de Dios y de la glorificación de Dios (22 de Noviembre, 1970).

Y nos hace a los hombres hermanos; ese hombre es mi hermano, no sólo porque compartimos la naturaleza humana sino que también está unido a mí por algo más profundo: él, como yo, es hijo de mi Padre eterno, es hermano de Jesucristo, como yo también, está llamado a ser guiado por el Espíritu Santo” (1956).

 

“Jesucristo es rey porque, como nos dice la Escritura, recibió del Padre toda potestad y honor y reino. Y esto lo recibió no en virtud de violencia, como tantas veces ocurre en los reinados temporales, sino porque “se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el ‘Nombre-sobre-todo-nombre’… de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo (Cf. Flp 2, 6-11)”. Jesucristo como Dios debe ser adorado y también como hombre debe ser adorado” (Octubre, 1968).

 

“La Sagrada Escritura nos muestra a Jesucristo en pleno ejercicio de su poder de legislador, de juez, de gobernante, de rey. A cada rato Jesucristo dice: ...fue dicho en el Antiguo Testamento, pero Yo os digo y afirma: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. La Escritura nos lo muestra a Jesucristo como juez que perdona: Ten confianza, hijo, que tus pecados te son perdonados, y también en otro pasaje: porque amó mucho le ha sido perdonado mucho. Y Jesucristo elije a los apóstoles y a cada uno le dice: sígueme…” (Octubre, 1968).

 

“Y también señala: “En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús: ‘¿Tú eres el rey de los judíos?’. Jesús respondió: ‘¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?’

En aquel tiempo...: es el momento de la pasión de Jesús, los judíos que lo han condenado a muerte lo llevan al tribunal de Pilato para que ratifique la pena, lo acusan de proclamarse rey contra la autoridad del César.

¡Cuánto habrás sufrido, Jesús, ante Pilato! Tú quieres sacar a Pilato de la trivialidad, del formalismo  pequeño de la función que está cumpliendo, y le señalas que esa pregunta le debe interesar a él mismo como hombre.

¿No puede otro tanto ocurrirme a mí? No quisiera que me ocurra que yo no me comprometa y no me pregunte si Tú, Jesús, eres realmente mi rey, en todas mis dimensiones, como lo exige mi condición de creatura, de ser humano y de cristiano…” (Octubre, 1964.)

“Yo soy rey, Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz.

Contestó Jesús a Pilato: Yo soy rey.  Y aquí nos callamos un instante, dejamos que repercuta en nuestro corazón primero y luego en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad, la fuerza de ese impacto: Tú eres rey. Tú, la razón de ser de nuestra vida; Tú, el objeto máximo de nuestra valoración; Tú, la meta suprema de nuestra voluntad; Tú, la Persona adorada por nuestro corazón. Tú eres rey de todas las cosas y también de nosotros, y de todo lo que a nosotros rodea” (21 de Noviembre, 1970).

“Esta afirmación de Jesucristo tiene una importancia que surge de la solemnidad de sus mismas palabras y del momento en el cual las pronuncia, que es nada menos que ese momento decisivo en el cual se juega su vida y su muerte en este mundo frente al procurador romano que tiene el poder legal de concederle la vida o de mandarlo a la muerte.” (22 de Noviembre, 1970)

 

“En el otro momento solemne que es el juicio ante el sumo sacerdote y el sanedrín ellos le dicen: -Te conjuro en nombre de Dios vivo que nos digas si Tú eres el Cristo, es decir, el Ungido, el Enviado de Dios. -Tú lo has dicho. Yo soy y vas a ver un día bajar y subir a los ángeles sobre el Hijo del Hombre.

Y todos gritan: Ha blasfemado, ha confesado, es reo de muerte, gritan todos. Y Jesucristo muere por afirmar esa verdad, la misma que frente a Pilato pero en su versión religiosa, Él es el Mesías, el prometido por Dios a la humanidad y a los judíos.

Jesucristo es rey de todas las cosas, también de nosotros, de nuestra alma y cuerpo, de nuestro ser y operar. También de todas las comunidades humanas, de la familia, de la sociedad, de los gremios, también de las empresas, también de los clubes, las agrupaciones de amigos, de cualquier tipo de comunidad” (22 de Noviembre, 1970).

 

“Señor, este es el mensaje que te trajo a la tierra y por el cual moriste. Proclamar esa verdad: que Tú eres rey. Quiero permanecer en tu escucha y que me hagas entender más y más tus exigencias y tu invitación a reinar plenamente en mí, en todos mis aspectos y por mi intermedio en todas las personas, instituciones y cosas que estén en mis manos.” (Octubre, 1964).

 

“Jesucristo es rey de todas las inteligencias, rey de todas las voluntades, rey de todos los corazones. Porque su inteligencia supo más y sabe más que cualquier otra inteligencia; supo y sabe más y mejor. Y su voluntad es más potente y más recta que cualquier otra voluntad creada. Y su corazón fue y es el más perfecto, el más recto, el más noble, el más generoso, el más delicado, el más leal, el más fiel, el más tierno, el más fuerte de todos los corazones” (21 de Noviembre, 1970).

“Es maestro de todas las inteligencias, portador de la luz más alta sin la cual los hombres nos quedaríamos en las tinieblas.

Es redentor de nuestra voluntad porque nos trajo la fuerza y una energía recta, energía atraída por un imán maravilloso que es Jesús mismo, capaz de todos los esfuerzos; capaz de romper las ataduras del pecado, de cualquier abulia, debilidad y desviación. Es rey porque nos da toda la potencia capaz de llevar a los hombres al fin último sobrenatural.

Es rey porque quita el frío a los corazones, porque nos aporta el calor del horno mismo de Dios, reducido a la medida de las creaturas pero con la misma calidad, con la misma posibilidad de hacernos gustar el bien supremo que es Dios, desear, intentar y hacérnoslo buscar a través de las creaturas y perseguir hasta llegar a poseerlo de un modo imperfecto aquí abajo y de un modo perfecto en el cielo” (21 de Noviembre, 1970)

 

“Jesucristo tiene pleno derecho a que tanto los hombres, individualmente considerados, como la Iglesia y la sociedad se orienten -en todo orden: intelectual, en el orden de la voluntad, en el orden de todas las dimensiones personales y sociales- se rijan por el pensamiento y por la voluntad del Señor” (Octubre, 1967).

 

“Hoy tenemos que acentuar el derecho que tiene Jesucristo y la necesidad que tiene la humanidad, de que toda la realidad escuche y acepte su doctrina, sus orientaciones, su reinado” (Octubre, 1967).

 

“Con palabras lindísimas san Pablo dice que hasta la redención operada por Jesucristo el mundo, toda la creación, las piedras, las plantas, los animales, gemían, las cosas eran opacas, no servían para que Dios se mostrara. San Pablo, como poniéndoles conciencia a esas cosas, dice que ellas se sentían frustradas, el hombre no podía subir a Dios a través de ellas como por una escalera y por eso se sentían derrotadas. Jesucristo les dio limpidez para mostrarlo a Dios y a los hombres les dio la capacidad de descubrirlo, Jesucristo les dio instrumentalidad para traerles a Dios a los hombres y les dio poder ascensional para llevar a los hombres a Dios” (22 de Noviembre, 1970).

 “Las cosas tiene su fin temporal, inmediato, que es sostenernos en nuestra vida para que nos desarrollemos en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, descubrimos en la creación aspectos escondidos que permiten que sean mejores instrumentos para nuestra sustentación y para nuestro progreso, para nuestro perfeccionamiento puramente temporal. Pero las cosas no cumplen su función puramente temporal sino en cuanto se orientan a cumplir su función eterna, no se pueden desarrollar en su beneficio terreno sino en cuanto simultáneamente se orientan para cumplir su obligación de servir para el fin eterno” (22 de Noviembre, 1970).

 

“Jesucristo es rey porque vino a darle sentido, valor real a todas las cosas. La dignidad máxima de las creaturas está en constituirse en un gran ‘sacramento’ que muestre y dé a Dios a los hombres, y sirva de instrumento musical, de cítara, para que los hombres expresen a Dios su alabanza. Y esto lo ganó Jesucristo” (22 de Noviembre, 1970).

“Jesús veía los hombres de hoy y a la comunidad muchas veces guiados por usos y costumbres que nada tienen que ver con su reinado en su dimensión política, económica y cultural…” (21 de Noviembre, 1970).

“Los hombres, con un empeño digno de mejor causa, quieren sacar a Dios del mundo: ¡Fuera el reinado de Jesucristo!, queremos sacarnos este gobierno para ser libres.

Y entonces los hombres vivimos en continua guerra. Porque Jesucristo es la forma, el alma, de todas las cosas y unifica todas las cosas, y cuando se quita el alma del cuerpo el cuerpo se desintegra…

Quitado a Jesucristo del mundo, éste empieza a desintegrarse: se disgrega la cultura de la civilización, y las naciones de las naciones y las clases de las clases y el capital del trabajo, y el arte de lo utilitario, y las familias entre sí y dentro de sí y unos hombres de otros y las razas contra las razas... Y dentro del hombre la materia se rebela contra el espíritu, una potencia contra otra…

Hemos sacado el alma del mundo que es la religión, que es la relación con Dios y, en el orden maravilloso que Dios ha creado, es la relación con Jesucristo. Jesucristo, cabeza del mundo. Jesucristo, que nos trae el Espíritu Santo como alma de la Iglesia y, en cuanto prolongación de Jesucristo, la Iglesia es alma del mundo. Todo eso es lo que le da unidad y les permite a los hombres vivir juntos y andar bien no sólo con Dios y respecto del más allá sino andar bien entre ellos mismos respecto del más acá. (22 de Noviembre, 1970).

 

“Te pedimos Jesús que trueques nuestros corazones y nuestras voluntades y nuestras inteligencias y nos pongas lo que más te agrada. Ayudanos a pedirte lo que más convenga para tu gloria y tu reino en el mundo y a trabajar por todos los medios que quieras, ante todo en nuestra propia santificación, en las obras que tenemos entre manos, en nuestras tareas, y luego con nuestra oración y nuestro sacrificio para que el mundo y los hombres se acerquen un poco más a tu reinado.

Danos sobre todo ser Vos el rey de nuestra voluntad y de nuestro corazón, aferranos tan fuerte que no nos escapemos ni nos escondamos. No nos dejes ser mezquinos, pequeños, innobles, ingratos. Manejanos para que, individual y colectivamente, sirvamos mejor a tu reino. Manejanos a los cristianos para que todos seamos instrumentos de tu reino” (21 de Noviembre, 1970).

 

“Nosotros sabemos, y digámoslo con mucho amor y gratitud a Jesucristo, que su reinado es para el bien de los hombres, para nuestro bien eterno y temporal, sobrenatural y natural; y digámosle a Él, con intimidad, sin palabras clamorosas pero sí con profunda convicción, nuestra gratitud y alegría por la maravilla de esa verdad de su reinado” (Octubre, 1968).

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