Pensamientos del Padre Etcheverry para rezar cada día
V Domingo de cuaresma – Ciclo A
La resurrección de Lázaro (Jn. 11)​
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Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta… Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo» (v.1 y 3)
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Fíjense la confianza de las hermanas de Lázaro en el poder de Jesucristo, confianza y familiaridad en el amor de Jesucristo, sólo le mandan a decir: ‘Tu gran amigo está enfermo’... Octubre, 1969.
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​Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» .Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo». (v. 26-27)
“Jesucristo quiere que vayamos al Cielo y que aquí tengamos la vida divina que recibimos en el bautismo, que se desarrolla con la comunión y con los otros sacramentos y que se limpia y resucita con la confesión.” Enero, 1969
“La vida eterna es el fin al cual nosotros tenemos que asimilarnos en cuanto lo tenemos que desear y vivir de esos valores.” Septiembre, 1964
“Renovemos nuestra esperanza en el Cielo. La esperanza es esa virtud cristiana fundamental que Jesucristo arraigó con su muerte y resurrección, ya que la resurrección de Jesucristo es anticipo de nuestra propia resurrección, y la vida de Jesucristo resucitado es anticipo de nuestra propia vida de resucitados con Él para siempre, para toda la eternidad.” Noviembre, 1966
"No hay dos vidas sino una única vida, la eterna, sobrenatural. La eterna comienza con nosotros porque nuestra alma no morirá. Pero, además, desde el primer instante de su nacimiento el hombre lleva en potencia la vida sobrenatural –la gracia- que comienza en el Bautismo. Esta vida sobrenatural, tiene un estadío temporal y otro post-temporal o eterno que es el gozo de Dios como Padre en el Cielo. Insistamos en que hay una sola vida, una sola misión: eterna, la de hijos de Dios, la cual cada uno de nosotros cumplirá de un modo distinto, el de su propia vocación personal.” Curso sobre educación, 1948
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Jesús, al verla llorar a ella y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás». Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba! (v.33-36)
“Esto es de lo más conmovedor que encontramos en la vida de Jesucristo. Él conoce clara y explícitamente el designio de resucitar a Lázaro, va con la intención explícita de resucitarlo y sin embargo, no obstante eso, se conmueve del dolor de esa gente y hace suyo ese dolor, porque Él ama a esa gente y ama a Lázaro. Se conmueve de la pena ajena.
El Señor no es ni frío ni impasible ante nuestros dolores. El Señor comprende. Para eso se hizo hombre, para comprendernos también con corazón de hombre, para que tuviéramos nosotros evidencia de que Él nos comprende y nos ama y comprende nuestras penas, nuestros dolores, nuestras zozobras, con la misma sensibilidad que tenemos nosotros.
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Con qué reiteración se nos señala en el texto la emoción, y la emoción franca de Jesucristo!
Que lindísima lección la de este Evangelio. Pidámosle a Jesús que crezca nuestra confianza en su poder y en su sabiduría, y también la confianza en la ternura de su corazón, en su capacidad para comprender nuestro dolor, nuestra congoja, nuestra tentación.
Confianza en que Él va a sacar todo adelante magníficamente bien y en que se hace cargo de lo que pasa en nuestro corazón, y se hace cargo para darnos fuerzas y para cambiar todo lo negativo que en nuestro corazón pueda existir en luz, en calor, en energía, en mérito para nosotros y en bien y en gracia para los demás.
Pidámosle que así en medio del dolor tengamos fortaleza, serenidad, que nos haga sólidos, que nos haga también puentes de gran solidez para los otros, salvación y sostén de los demás.” Octubre, 1969
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