Cuando tengan el corazón lleno de amor
LMEB, al Círculo Santa Teresa del Niño Jesús, Junio de 1969.
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…Vamos a decir pocas palabras sobre la Santísima Virgen, destinadas a que tomen plena conciencia del papel que Ella debe cumplir en la vida de ustedes, precisamente en cuanto mujeres, y precisamente en cuanto la misión propia que les corresponde es la de llenarse el corazón de amor para una grande y fecunda y linda maternidad.
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Y como la maternidad consiste en llenarse de amor el corazón, y al llenar el corazón de amor llenarse todo el ser de vida para volcarlo hacia afuera y enriquecer aquella persona que al recibir esa vida deviene propio hijo; como esa tarea que es mucho más que tarea, como esa función pasa por vicisitudes muy diversas ¡qué lindo el que ustedes hagan un pacto filial con la Virgen de mantener un contacto tan íntimo que les permita vivir todos los pasos de su vida de mujeres, es decir de su vida de amor y de entrega, al conjuro de la ayuda de Ella, de la inspiración de Ella y del ejemplo de Ella!
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Cuando tengan el corazón lleno de amor y no sepan todavía qué hacer con él, piensen en la Virgen jovencita sin saber para qué Dios se lo había llenado de tanto amor.
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Cuando sepan /ya/ dónde está el hijo concreto en el cual tienen que volcar el contenido de su corazón, piensen en la Virgen el día lindo de la Anunciación cuando le fue revelado que el Hijo al cual Ella iba a entregar su corazón y su vida era nada menos que el Hijo de Dios.
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Cuando tengan que entregar /su amor/ pero no puedan hacerlo con la alegría de percibir a cada paso cómo lo que dan es recibido, cómo es valorado, cómo eso que dan aprovecha, cómo es devuelto, piensen en la Virgen con el Hijo en sus entrañas, infinitamente inteligente como Dios y con un corazón infinito de amor como Dios y con una inteligencia superior a cualquier otra humana desde el primer instante de su concepción y con una voluntad humana llena de amor y que, sin embargo porque estaba dentro de sus entrañas no se lo podía expresar a la Virgen de un modo plenamente adecuado. Cierto que había una comunicación íntima de la Virgen con su Hijo dentro de Ella pero faltaba la expresión de los ojos de Jesucristo, faltaba el metal y las inflexiones de la voz del Señor, faltaba la gracia de sus gestos, faltaba la elocuencia de sus acciones.
Cuando tengan que dar mucho sin saber todavía cómo será recibido, recogido, aprovechado, devuelto, piensen en la Virgen en esa situación.
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Cuando tengan la alegría de dar plenamente por amor y de percibir que ese amor y esa riqueza cae en tierra bien dispuesta y fructifica, y da flores y frutos y las recompensa de todo lo que hayan sufrido y esperado antes, piensen en la alegría de la Virgen en el parto.
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Cuando tengan la alegría suave y tranquila del trabajo cotidiano, pequeño, siempre el mismo, rutinario, con tendencia a convertirse en cansador, piensen en la Virgen durante la infancia, la pubertad y la adolescencia y la primera juventud del Señor, atada fielmente a la pequeñez de esa vida doméstica de pequeño pueblo oriental -en una clase sumamente modesta- haciendo todas las cosas de cada día y cada día las mismas cosas, con un enorme amor y contenta con la presencia y el crecimiento del Hijo.
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Cuando el ser madres y querer mucho les traiga sinsabores porque el hijo corra peligros, porque no puedan verlo, porque luche y lo persigan, porque tenga aparentes o reales derrotas, piensen en la Virgen siguiéndolo a Jesucristo en la vida pública.
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Cuando tengan que soportar el desaire -en privado o en público- del hijo a quien amen, con razón o sin ella, y sobre todo cuando no lo comprendan, piensen en la Virgen aparentemente desairada por Jesucristo cuando contesta: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Aquél que hace la voluntad de mi Padre es mi madre y mi hermano".
Cuando pierdan al hijo, cuando se queden sin él, cuando teman tener la culpa, piensen en la Virgen en la pérdida y en el hallazgo del Niño en el Templo.
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Cuando teman lo peor para aquellos a quienes quieren, piensen en la Virgen en los albores de la Pasión.
Cuando les toque compartir los peores dolores físicos, psíquicos, espirituales y morales, piensen en la Virgen compartiendo la Pasión del Señor.
Cuando tengan que llegar a lo aparentemente irreparable: a la muerte del hijo por quien han vivido, piensen en la Virgen ante la Cruz donde muere el Señor.
Cuando les toque experimentar la tristeza tremenda de la soledad, piensen en la Virgen después de la muerte de Jesús.
Y cuando les toque sacar fuerzas de flaqueza y rehacerse, porque hay que seguir viviendo y amando y siendo madre, piensen en la Virgen rehaciéndose en la Resurrección del Señor.
Y cuando les toque recomenzar la tarea siempre nueva de una mujer de tener siempre nuevos hijos, nuevas personas en quienes volcar mientras estén en la tierra su amor y su vida, piensen en el recomenzar de la Virgen en Pentecostés para no dejar nunca de estar engendrando. Mientras estuvo en la tierra y luego en el cielo no deja de estar nunca engendrando nuevos hijos para el Hijo Primogénito Jesucristo.
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Cada uno de estos puntos -y también otros- puede darles un enorme material de luz para la inteligencia, de calor para el corazón, de temple, de energía, de fecundidad para la voluntad en la vida linda de mujeres, es decir, de seres que por amor dan la vida que Dios les ha dado al hacerlas nacer mujeres y mujeres cristianas y mujeres que comprenden qué tesoro tienen en las manos con su propia vida al servicio de Dios, al servicio de los hombres y en beneficio de la propia realización personal y de la propia felicidad.