top of page

Jesucristo tuvo presente toda la historia como contemporánea

 Al Círculo Santa Teresa del Niño Jesús, del retiro de mayo  1963

Jesucristo nuestro Señor, terminado el período de su vida privada, comienza el período de su vida pública, comienza a procurar la redención de los hombres ya de un modo visible, comienza a ejercitar su papel sacramental plenamente, permanente­mente. Todo lo que dice y todo lo que hace, no sólo tiene como auditores o espectadores a los que están cerca, sino a todos los hombres a través del tiempo y del espacio. Su magisterio llega a nosotros en la intención de Jesucristo y en la realidad a través de su prolongación por el tiempo y por el espacio que es su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, esa misión magisterial llega hasta nosotros, lo mismo que su ministerio, lo mismo que su conducción.

 

Así entonces, pongámonos frente a los textos que vamos a ver ahora, con un sentido grande de inmediatez. Cuando Jesucristo dijo e hizo esas cosas pensó ciertamente y de un modo bien particular en cada uno de nosotros, cada una de ustedes diga: "en mí", como San Pablo había de decir con respecto a la Pasión y a la Muerte de Jesucristo: "Me amó a mí y se entregó por mí"

 

Más aún, tengan en cuenta que Jesucristo además de hombre era Dios y como Dios era contemporáneo y presente a todos los hechos de la historia. Dios es eterno y está fuera de esa rueda que es el mundo, que al moverse y dar vueltas reiteradas que llevan cada punto a un mismo lugar de partida, va marcando los pasos de ese movimiento y originando el tiempo, que no es otra cosa que la computación de un movimiento. Dios está por encima de eso, está fuera de eso y es contemporáneo perfectamente a cada uno de los momentos, y es presente, connacional, conciudadano, co-presente a cada uno de los lugares del mundo y del espacio.

/…/ 

De tal manera que, como la presencia es una cosa correlativa y recíproca -si alguien está presente para mí, yo lo estoy para él, si alguien es mi contemporáneo, yo lo soy respecto de él, viceversa En cada momento de la actividad de la vida humana de Jesucristo y en cada lugar Jesucristo tuvo presente toda la historia como contemporánea, todos los lugares como co-presentes, recípro­camente-, Jesucristo en cada uno de sus episodios tenemos que saber que ciertamente de un modo misterio­so, de un modo maravillo­so -que no quiere decir absurdo, sino que quiere decir que no nos da o no es susceptible de una explicación que en la tierra nos aclare, o mejor dicho, que satisfaga totalmen­te nuestra capacidad de persuasión normal, pero que intelectualmen­te evidentemente es clara y rigurosa-, Jesucristo para cada uno de nosotros en cada uno de sus episodios puede y debe ser presente a cada uno de los momentos de nuestra vida. 

Podemos comparar la Pasión de Jesucristo con nuestro momento actual y decir: ahora Jesús está muriendo por mí y lo que yo haga frente a la Pasión de Jesucristo es algo que Jesucristo no sólo lo tuvo sino /que/ lo tiene en cuenta, y para El contribuye a darle satisfacción, consuelo en este trance, o si mi posición es mala contribuye a aumentar su dolor. 

 

/…/  Pongámonos, entonces, así, con la convicción de que las palabras que Jesucristo dice son de un modo muy directo para mí y muy presente y muy actual; igualmente los gestos que hace. Y cuando Jesucristo enseña, sabemos que sacramen­talmente produce adentro la gracia para entender, para valorar, para vivir, y además da la orientación para producir ese vivir en los actos correspondientes. Con ese espíritu pongámonos a leer el Santo Evangelio, con esa convicción, con esa unión íntima, actual, muy presente, con Jesucristo.

bottom of page