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Pensamientos del Padre Etcheverry para rezar  cada día

 

I Domingo de cuaresma: Las tentaciones de Jesús en el desierto

“En la primera tentación Jesucristo está hambriento después del ayuno y el diablo le dice: "Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se conviertan en panes". Y Jesucristo le contesta: "No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Es decir, que no hay que satisfacer cualquier deseo y de cualquier manera sino en tanto en cuanto esa satisfacción está de acuerdo con la voluntad de Dios. El cumplir con esa voluntad debe ser nuestro apetito más urgente y del cual dependan todos los otros apetitos de todas nuestras potencias. Esa búsqueda de cumplir la voluntad de Dios tiene que ser de tal manera preponderante que el “alimentarla” sea nuestro principal alimento, aquello que ante todo y sobre todo nos satisfaga. Por eso Jesucristo dice a los Apóstoles: "Yo tengo otro alimento que vosotros no conocéis, que es hacer la voluntad de mi Padre".

 Y acá tenemos todo un campo importante para nuestro esfuerzo cuaresmal: el manejo de nuestras   capacidades y deseos por el deseo de atenernos en todo a lo que es bueno según la voluntad de Dios.

 En la segunda tentación el diablo lleva a Jesús al pináculo del Templo y le dice: "Arrójate, que como está escrito, los ángeles te van a cuidar para que tu pie en el camino no tropiece". Y Jesucristo le contesta: "No tentarás al Señor tu Dios".
Se nos señala el segundo gran campo de nuestra lucha cuaresmal y de toda la vida: nuestro yo libre, nuestro libre albedrío con su capacidad de autosuficiencia, de autonomía, de propios fines, de propios medios, de autogobierno, de capricho: lo que a mí se me ocurre.
Tenemos mucho para ver, examinar, para pedir perdón, para pedir ayuda y proponer en todo lo relativo al uso de mi libertad, mi libre albedrío, de lo que me propongo, de lo que hago: ¿Quiero o elijo, propongo, hago lo que a mí se me ocurre porque es mío, porque me gusta, porque satisface alguna de esas potencias o a mi orgullo, o a mi vanidad, o al prurito de autonomía, de autogobierno? ¿O lo que yo resuelvo está concebido por el deseo supremo de la obediencia a Dios que nos corresponde como creaturas y ontológicamente dependientes en todo de Dios: en el concebir sus fines, en el escoger sus medios, en el decidirse y autogobernarse?

La tercera tentación es la del monte alto desde donde se veían todos los reinos de la tierra con su poder y su esplendor. El diablo le dice: "Te voy a dar todo esto si postrándote me adoras". Jesucristo le contesta: "Apártate Satanás porque está escrito que adorarás a Dios y a Él sólo servirás".
Aquí se trata de la tentación de poseer: riquezas, poder, medios de poder al servicio nuestro. Todo lo relativo a nuestra relación con las cosas y personas, a nuestro deseo de servirnos de ellas para nuestros deseos o caprichos, o quizá a nuestro deseo de poseerlas para sentirnos propietarios, ricos, o para tener la seguridad y poder descansar en esos instrumentos, que nos den alguna pseudo-seguridad.
Aquí podemos en la oración ver, arrepentirnos y pedir ayuda a Dios para descubrir en qué podemos mortificarnos y, positivamente, ejercitarnos en el uso y la posesión instrumental y discreta y ordenada de todas esas cosas y en la relación con las personas al servicio de Dios y cómo podemos así ayudar a los demás.” Marzo, 1965.

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